Me gusta pensar que un proyecto arquitectónico puede ser una acumulación de deseos que toman forma en un lugar determinado. 

Me gusta pensar en la arquitectura como experiencia vinculada a un territorio, capaz de descubrir e intuir sus valores y proponer, incluso, cuestiones que puedan enriquecernos y ampliar su percepción. 

Entiendo el proyecto de arquitectura como una manera de relacionar cosas, de enlazar cuestiones diferentes que confluyen en un mismo lugar: el entorno urbano, la vegetación, el paisaje, la memoria, la luz y el espacio, el programa, las personas,… 

Creo que los proyectos hay que imaginarlos, vivirlos y recorrerlos; ser capaces, a través de ellos, de contar historias sobre sus habitantes y sobre el lugar en el que están.  

Cada proyecto crea su propio paisaje interior y exterior. Cada trabajo comienza siempre desde un punto de partida nuevo, no condicionado a priori por una forma geométrica ni vinculado a un determinado material. Creo en la arquitectura propuesta en el sitio y para el sitio, según las necesidades del cliente y las expectativas, que consiga proponer una experiencia. Un difícil reto al que aspiro en cada nuevo trabajo.